Si bien son confusas las causas que derivaron en que el 8 de marzo sea instaurado como el Día Internacional de la Mujer, vale la oportunidad para recordar y resaltar la lucha permanente -ayer, hoy y mañana- del sexo femenino por conseguir no sólo la igualdad de oportunidades y reconocimientos que tenemos los varones, sino también  acabar con la violencia y maltrato, que muchas mujeres aún siguen sufriendo.
          

       La creencia popular dice que el 8 de marzo de 1857, en Nueva York, un grupo de operarias protestó por mejoras en las condiciones laborales en la fábrica textil en donde trabajaban, motivo por el cual el dueño las encerró y prendió fuego, muriendo 129 mujeres. El hecho como tal no soporta demasiadas investigaciones, no sólo porque no hay registros de semejante atrocidad, sino porque resulta descabellado que alguien prenda fuego una fábrica con gente adentro, más aún siendo de su propiedad  y sólo por no mejorar las condiciones laborales. Otros sostienen que dicho suceso ocurrió el 8 de marzo de 1908. Pero ese día fue un domingo, jornada que también en aquella época, era no laborable. Hubo sí una manifestación en una planta textil, pero fue 52 años más tarde y duró 13 semanas, pero sin incendio.

            Otras fuentes opinan que la causa fue el motín desarrollado por las mujeres bolcheviques el 8 de marzo de 1917, hecho que marcó el comienzo de la Revolución  Rusa y la caída del Zar, suplantado por un gobierno provisional, que por primera vez concedió a la mujer el derecho a voto. Ese sería el origen por el cual se instauró esta fecha como el Día Internacional de La Mujer Trabajadora -ya tenía reconocimiento en algunos países de Europa, pero en distintas fechas- que fue silenciado no sólo por provenir de un país comunista, sino porque además dio origen a la instauración del comunismo en Rusia.

            De todas formas, es la oportunidad de destacar la lucha, tenacidad, sacrificio, inteligencia, constancia y muchas otras virtudes que cientos de mujeres, a lo largo de la historia de la humanidad, dieron sus mejores años e incluso sus vidas, al servicio de sus congéneres, para que los motivos que las llevaron al heroísmo y más aún al propio martirio, no los debieran sufrir las generaciones posteriores.

            Hoy las reivindicaciones no toman en su mayoría las causales de los siglos anteriores, pero discriminación y violencia de género, son motivos que se cuentan a lo largo y ancho de los distintos países y continentes. Mientras subsistan, la lucha no habrá concluido.