GRAJEAS II
CASO NISMAN
Queda claro, que cada día que pasa el fallecido fiscal Nisman se aleja más de ser canonizado. Sospechas de distintos tipos: cuentas secretas o por lo menos desconocidas, en el exterior y con testaferros; el depósito en dicha cuenta de una suma muy importante en dólares, de un empresario luego desaparecido; retornos de sueldos a cuasi ñoquis en su fiscalía; gastos que no coinciden con sus ingresos, viajes… En fin, se van sumando cosas y como dijo Aníbal Férnandez, “si el fiscal estuviese vivo, la estaría pasando mal”. Y es cierto.
El sábado pasado, último del mes de setiembre, Diego Lagomarsino fue el principal invitado a la mesa de Mirtha Legrand, quien dicho sea de paso, condujo muy bien la velada. Junto a Lagomarsino, estuvo su abogado –muy importante aclarando aspectos de su cliente- y un grupo de periodistas, quienes debatieron y preguntaron al experto en informática.
A propósito, ¿Quién es Lagomarsino? En principio, un experto en seguridad informática con cara de “yo no fui”, al que los anteojos también le brindan un aspecto de “cara de ángel”, que le vino como anillo al dedo cuando Mirtha le preguntó a los comensales si le creían a Lagomarsino. Retomando, un experto en informática, que realizó trabajos en las computadoras personales hogareñas del ex fiscal y a quién según parece deslumbró con su profesionalismo. Tanto es así, que lo llevó a su fiscalía para que atienda las computadoras –se supone que había otros encargados de la seguridad informática, en la fiscalía más importante de la Argentina- y de a poco o rápido, lo sabrán ellos, se hizo su hombre de confianza. Tan de confianza como para hacerlo testaferro, como se presume, junto a la madre y hermana del fiscal en la cuenta desconocida, pero bien provista de dólares. Además de pedirle un arma para defenderse de posibles atacantes.
Decíamos que Mirtha le preguntó a los otros comensales, si le creían a Lagomarsino. Respuesta incómoda, estando la persona cuestionada y su hábil abogado escuchando. Pero más allá de las respuestas, ninguna de ellas comprometidas, hay cosas que resultan bastante difíciles de creer. Quien esto escribe, en primer lugar no le creyó nada al periodista Osvaldo Santoro, quien presentó un libro sobre el caso Nisman, porque se le notaron demasiado dos objetivos claros –presuntos, digámoslo así, para evitar posibles juicios- que lo llevaron a esa mesa: presentar su libro y comprometer a la Presidenta. El pecado mortal de los periodistas es perder la objetividad y Santoro, según el entender de quien estas líneas escribe con opinión avalada por 33 años de profesión –cualquiera en 33 años aprende algo, tampoco es demasiado mérito- la subjetividad hace perder credibilidad, aun cuando digan verdades fácilmente demostrables, lo que no sucedió esa noche.
Las relaciones personales, quedan sujetas al ámbito privado, entonces el grado de amistad y de confianza, son una cuestión en este caso, de Nisman y Lagomarsino. Es bastante poco creíble que un fiscal que manejaba a su antojo a sus custodios, con la potestad de ponerlos y sacarlos, disminuir su número y aumentarlos, llevar a otros custodios privados sin rendirle cuentas a nadie, le pida un revolver –de bajo calibre- a un experto en seguridad informática, por más amigo que sea. Y lo hizo para defender a las hijas, que no estaban en el país, no de un comando de boy scout enardecidos, sino se supone de asesinos profesionales. Era un fin de semana clave, iba a presentar el lunes sus denuncias -calificadas de inconsistentes por reconocidos juristas de todo el espectro político-, en el Congreso y allí dichas denuncias iban a ser defenestradas. Entonces si a la oposición encabezada por Patricia Bullrich, que en estas cuestiones no es una nena de pecho, tanto le importaba Nisman y su seguridad, ¿Por qué no le llenaron el departamento de dirigentes y militantes durante ese fin de semana, como es lo usual? En estos casos, si quieren matar a uno tienen que matar a todos y desde ya, ni siquiera lo dejan ni ir al baño solo y el custodiado duerme acompañado por varias personas, en su propia cama.
Dato aparte, quienes defienden las acusaciones de Nisman, dicen que luego del 10 de diciembre iba a presentar más pruebas. Parece bastante ridículo –además de anormal, incorrecto y disparatado desde el punto de vista de la función de un fiscal-, que fuera así. ¿Alguien se puede imaginar a Nisman, destruidas por inconsistentes sus acusaciones en el Congreso de la Nación, diciéndole a los diputados, palabras más o menos, “ríanse ahora, ya van a ver el 11 de diciembre lo que voy a decir”? No parece probable.
Párrafo aparte. También dicen que se desecharon las acusaciones muy rápido, sin oír las 77.000 escuchas telefónicas que tienen los investigadores y comprometen al Gobierno. Estamos hablando de espías, super espías, mega espías internacionales; en resumen, gente muy pesada, supuestamente capaces de organizar atentados como los de la AMIA y la Embajada y vaya a saber cuántas cosas más. ¿Puede ser que se hayan dejado escuchar, no una ni dos, sino 77.000 veces? Entonces el Superagente 86 sería James Bond, Gardel y los guitarristas en comparación con ellos. Haciendo números, 77.000 escuchas a un minuto y divididos por 60, que es la cantidad de minutos que tiene una hora, nos dan 1283,33 horas. Divididas por 24 (horas por día), nos dan 53,4 días de escuchas, a 24 horas por día y tomando a sólo 1 minuto por escucha. Suena bastante poco creíble que las 77.000 escuchas se refieran al caso AMIA.
Se nota a las claras, de que hay dinero de por medio. Hay varios implicados, externos y también la propia familia –madre, hermana, ex esposa- ¿No habrá sido ese el móvil y no los que se presumen? Vaya sorpresa. Y dos días antes de presentar una denuncia contra el Gobierno, es una buena oportunidad para haberlo matarlo.
Paradojas:
¿Me vienen a hablar de libertad de prensa?
Paradojas que tienen los medios de comunicación: hace unos días, como es de conocimiento público, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires clausuró una dependencia vital del canal de noticias C5N. Dicho “acto”, violó la propia ley que prohíbe estos actos –y otros distintos, pero también de censura-, dictada por la Ciudad, a iniciativa de Macri. Si bien ésta parece una paradoja, no es la única, porque en un spot de propaganda del PRO, el mismo Macri dijo que garantizará la libertad de expresión en toda la Argentina. ¿Dónde se difundió dicho spot? En C5N.