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SI A UN GOBIERNO LE VA MAL A LA GENTE LE VA PEOR
Esta es una verdad palpable, de la cual dan fe los siglos de historia que la humanidad carga sobre sus espaldas. Por supuesto, la Argentina no está fuera de esta generalidad.
Ahora, ¿Por qué hay gente que espera que a un gobierno le vaya mal? Por odio ciego sin maldad, con maldad o por conveniencia.
Odio ciego sin maldad: este ejemplo surge de una experiencia personal. Durante en Gobierno de Carlos Menem, una vecina de quien esta nota escribe, no se cansaba de desearle al ex presidente que le vaya mal, horrible, porque lo odiaba. Esta señora, treintañera larga -es decir, no era una niña-, trabajaba todo el día en una oficina, llegaba a su monoambiente de menos de 30 metros y seguía trabajando, ya en su segunda labor, que era la repostería para fiestas y confección de souvenirs, que dicho sea de paso, era brillante en ambas cosas. Por eso en su monoambiente, sea invierno o verano, solía trabajar hasta la madrugada e incluso no dormía, con el horno prendido y casi sin poder moverse en su casa, llena de elementos de su trabajo, al punto de casi no poder caminar. Todo le iba bien, mientras ella deseaba que a Menem le fuera mal. Y a Menem le empezó a ir mal, así fue que primero perdió su trabajo de oficina: las revistas de countries ya no eran lo que fueron. Igual le quedaba el refugio de la repostería, que en un momento le iba muy bien, gracias a su talento y dedicación. Pero estos atributos no le alcanzaron, la gente ya no tenía dinero para gastar en fiestas ó por lo menos, para repostería y souvenirs especiales… No se si fue feliz con su deseo de que al entonces Presidente le vaya mal ó si por lo menos disfrutó de su pequeña victoria. Lo que sí, descubrió que ella, al depender del poder adquisitivo -ya magro- de la gente, le fue peor.
Odio con maldad, hubiese sido si en el mismo caso, esta señora hubiese tenido todas sus necesidades económicas satisfechas y al “ojala le vaya mal”, le sumara el “no me importa que pase con el país, la gente y la situación económica”, no es mi problema. Una “hijoputes” total.
Pero el tercer caso, la conveniencia, es el peor, porque nace de la ambición por tener lo que tiene el otro, es decir el dinero, el poder -para hacer ó destruir-; aunque muchas veces dinero y poder van de las manos, despreciando al resto de sus conciudadanos.
Libertad de información y de expresión, son derecho básicos y constitucionales del ciudadano. Queda claro. Pero sí, tienen que estar acompañados por la responsabilidad, que no es suficiente con “hacerse responsable” de lo que se diga. A nadie le escapa que el multimedios Clarín y el Gobierno, están en lucha desde hace años. Basta con escuchar a los funcionarios y con leer las tapas del diario, mirar y escuchar los informativos de su canales y radios, sin necesidad de ahondar por títulos ni leer y escuchar entre líneas, a periodistas y también a kirchneristas. Y en esta disputa no faltan los periodistas incondicionales a la defensa del Gobierno y también incondicionales, valga la reiteración, al ataque sistemático al kirchnerismo -no sólo del grupo Clarín-, por convicción o porque se dieron cuenta que escribir libros opositores es un muy buen negocio.
Dentro de la labor periodística, hay hechos que se aprenden desde los “primeros palotes periodísticos”, es decir desde la materia Técnica de la Comunicación de primer año. Uno de ellos es que machacar con un tema, sea verdad ó mentira, siempre algo deja en el lector/ espectador/ oyente; como mínimo, la duda. Otra es que la mejor desmentida, no alcanza la eficacia de la mínima mentira, sea por el tamaño de la nota -que debería ser y no es, publicada en el mismo medio, hoja y tamaño que la mentira ú error y digamos que la diferencia entre mentira y error es la intención- y porque tampoco alcanza la repercusión de la nota original. Sale disimulada, no se lee y muchas veces, el tema ya cayó en el olvido.
¿Puede soportar el país una campaña de prensa contra un funcionario de primera línea, como es el Vicepresidente de la Nación, al que le quedan todavía 3 años y 9 meses de mandato, sin afectar al Gobierno? Campaña de prensa en donde da toda la impresión, por lo menos a quien esta nota escribe, que se lo está condenando antes que lo haga la Justicia. Se lo ataca por un presunto hecho que aún si hubiese existido, puede ó no ser un acto de corrupción y del que la Justicia hasta ahora no tiene demasiadas pruebas, mientras continua investigando.
Para quienes recuerden la película “Todos los hombres del Presidente”, la respuesta quizás sea ¡Sí!. En la película, Robert Redford (Bob Woodward) y Dustin Hoffman (Carl Bernstein), encarnan a los periodistas del Washington Post que como adalides de la libertad de expresión, con sus investigaciones sobre el Affair Watergate, terminaron con la presidencia de Richard Nixon. Pero antes de dar el ¡Si!, tengan en cuenta que en los Estados Unidos se pueden suceder los presidentes e intercambiarse el gobierno entre demócratas y republicanos, sin que varíe su norte. En ese sentido, los estadounidenses tienen muy claro que los hombres pasan, los partidos se suceden pero el rumbo es el mismo, el carro siempre tiene los caballos adelante, no a los costados ni atrás. Por eso, no tienen ningún problema en difundir lo que quieran hacerlo ni de guardarse lo que no quieran mostrar, si estiman que su país puede salir perjudicado. En la Argentina, la respuesta no parece tan clara. Particularidades nuestras, cada quién tira para su molino y debilitar al rival, se convierte en prioritario. ¿La seguridad del sistema democrático? No importa.
“Hablen, que algo queda”, más aún si investiga la Justicia de nuestro país, que es mirada de reojo por corrupción y obediencia a funcionarios… pero ¡Ojo!, también a particulares poderosos. De todas formas, no nos olvidemos, que el multimedios que ataca está lejos de tener la imagen de María Teresa de Calcuta y de Juan Pablo II y también está sospechado por distintos temas… podríamos decir multi-sospechado. Lo mismo sucede con algunos de los políticos de la oposición, que fogonean la disputa. Es seguro que hay quienes lo hacen para debilitar al Gobierno, por convicción ó ¿Por qué no?, para quedar bien con el multimedios.
Y siempre la gente está en el medio, aguantando a pie firme las consecuencias de ataques mediáticos y respuestas no siempre felices. Nadie es quién para dar consejos, dicen. Sí se le puede pedir al ciudadano común, que use la inteligencia para deducir, pensar por sí mismo y por sobre todo, no seguir a la manada.
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