LEGISLADORES
Obediencia debida ó
Libre albedrío
La semana pasada, los diputados dieron sanción a la unificación de los códigos Civil y Comercial, que comenzará a regir a partir del 1 de enero de 2016. Se hizo con la presencia de los diputados oficialistas y sus aliados dando quórum, mientras que la oposición optó por retirarse del recinto, aduciendo que se pretendía sancionarlo en un tiempo mínimo, sin debates y sin oportunidad de estudiarlo a fondo. El oficialismo señaló que se viene trabajando en el nuevo código desde hace más de dos años, que se hicieron más de 2000 audiencias públicas y se consultaron a más de 100 de los principales juristas de la Argentina. Dichos de unos y otros, lo que es irrefutable es que sin presencia de una parte, en este caso la oposición en la sala, no puede haber ningún debate.
Pero el hecho que motiva esta nota, no es el tema del debate en sí, sino que la diputada Ramona Pucheta, que representa al Frente por la Inclusión Social, no pudo explicar en el programa radial –en La Red- de Luis Novaresio, qué es lo que había votado. En sí, Pucheta no es la primera ni será la última legisladora que vota a favor, en contra o se retira de la sala si es la estrategia, sin tener en claro qué vota o por qué se va. Obedece a la estrategia de obediencia debida que tienen los legisladores para con sus bloques. Si algún ejemplo necesitamos, debemos recurrir a uno que fue extremo y fiel representante del más amplio, duro y recalcitrante alineamiento de legisladores a los dictámenes de sus partidos. Fue en la oportunidad de votarse las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín y a instancias del Ejecutivo, que beneficiaban a represores que habían actuado en la última dictadura. Diputados estrellas del radicalismo –luego señalados como mariscales de la derrota, tras el voluntario abandono del Gobierno del ex Presidente, cinco meses antes de terminar su mandato- señalaron que votaban a favor de las sanciones de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, “con nauseas”. ¿Es preferible votar con nauseas o no saber qué se vota? Ninguna de las dos
El debate es viejo; ¿Los legisladores deben tener libre albedrío, o votar con obediencia partidaria? Los defensores y detractores de ambas posturas, tienen razones suficientes para hacer prevalecer sus posturas. Entonces la pregunta básica es si la ciudadanía en las legislativas; ¿Vota candidatos o vota a partidos?
Podríamos decir que se vota a los candidatos, porque se cree en ellos y en su raciocinio. Pero en realidad y más aún en distritos grandes, los votantes conocen a los dos, tres, cuatro primeros de la lista sábana, si son partidos grandes o incluso a uno o ninguno, de los partidos menos populares. Y la lista está integrada por la cantidad necesaria de diputados que se reeligen en cada distrito. Más claro: si se reeligen a 15 diputados, la lista de cada partido incluye a 15 diputados y 15 suplentes y de un partido grande se conocen a los dos o tres primeros, con suerte, mientras que el resto para la gran mayoría de los sufragantes, suelen ser ilustres desconocidos… y eso que ejemplificamos sobre partidos grandes. En resumen, se le termina dando la confianza a varios que no se conocen.
También podríamos decir que más allá de los nombres, votamos a los candidatos de tal o cual partido: para que reafirmen y apoyen los proyectos del oficialismo –“porque para eso se los votó, para que gobiernen” y no deja de ser cierto-; o para sumar opositores “verdaderos” –cada partido de la oposición, en algún momento, va a decir que son la verdadera oposición- a los proyectos del oficialismo, para reducirles su poder y ejemonía, lo cual tampoco deja de ser cierto. Es decir, más allá de los nombres, se vota a levantamanos a favor o en contra, porque lo importante es seguir los dictámenes de los partidos, sea el gobernante o la oposición.
No fueron pocos los proyectos que propugnaron por la eliminación de las listas sábanas: por el momento las complicaciones del voto a personas determinadas es complejo y los posibles resultados inciertos ó poco probables de cambiar las reglas del juego, ya que en definitiva, todos los candidatos van a seguir perteneciendo a partidos políticos.
Si alguien conoce algo más inútil que los discursos interminables de los legisladores en sus cámaras, cada vez que hay que sancionar una ley y cada legislador sabe muy bien lo que va a votar o cuándo queda sólo el bloque mayoritario, dispuesto a sancionar una ley, que lo diga. Tildar de inútiles a estos discursos, no es ser antidemocrático, sino realistas, por lo menos, mientras las reglas del juego sigan siendo las actuales.